No es mucho lo que se conoce de la vida de
Praxíteles, de la cual quizás el dato más sobresaliente es que prefirió el
mármol en lugar del bronce para realizar las más excelsas esculturas del siglo
IV a.C. de la antigua Grecia.
Sin embargo, siguió la escuela de sus mayores, plasmando una belleza juvenil y romántica en sus
figuras preferidas: Eros, Afrodita, Hermes y aún los sátiros, brindándole a sus
creaciones –mediante una leve sonrisa- una particular expresión en sus rostros.
Algunos expertos han afirmado que Praxíteles “humanizó” sus esculturas logrando
una transmisión de sentimientos, perceptible no sólo en la delicadeza del
modelado de la anatomía, sino también en la plasticidad de los cuerpos que
descansan, siempre, en un punto de apoyo.
Su obra “Afrodita de Cnido” ha sido su primer
desnudo femenino, en el que representó a la diosa tomando como modelo a Friné, (quien
se supone que era su compañera) y se conoce a través de la copia romana como
“Venus de Cnido”, ya que el original no pudo ser conservado luego de un
incendio acaecido en la época del Imperio Bizantino.
Dioses griegos llevados a la mitología romana,
dioses con formas humanas y lo que es peor completamente despojados de túnicas
o velos, dejando ver “sin pudor” senos y pubis.
Parece ser que estas magníficas esculturas que
nuestra cultura occidental ha heredado de su cuna greco-romana, y que se exhiben en los Museos Capitolinos de
Roma, se han convertido en “el mármol del escándalo” durante la visita oficial
del presidente iraní a Italia, ocurrida durante la última semana de enero.
Como escribiera el catedrático Mario Vargas
Llosa[1]:
“Para no incomodar a su huésped, el
presidente de Irán, Hasan Rohani, de visita oficial en Roma, el gobierno
italiano mandó enfundar las estatuas griegas y romanas de los Museos
Capitolinos -entre ellas, una célebre copia de Praxíteles- en púdicos cubos de
madera. Y, añadiendo a la estupidez un poco de ridículo, la jefa de protocolo
hizo desplazar los atriles y los sillones donde iban a conversar el primer
ministro Matteo Renzi y su invitado, a fin de que éste no tuviera que topar
nunca su mirada con los abultados testículos del caballo que monta Marco
Aurelio en la única estatua ecuestre de la sala Esedra de aquel palacio
museístico.”
Sin ánimo de pedantería ni de ser
autoreferencial, traeré al presente el artículo de mi autoría “Negociación,
protocolo y cultura”[2]
el que, habiendo sido copiado varias veces, y divulgado como propio por otras
personas, considero oportuno utilizar para este caso.
Allí expreso que:
“El desarrollo de una sociedad y su
cultura está definido entre otros por: los aspectos geográficos, la historia de
las instituciones políticas, el desarrollo económico y la estructura social.
Pero también se pueden observar cinco condicionantes primarios: la raza, la
lengua, la familia, la religión y la patria.”
Y me pregunto:
“¿Existe un protocolo
del cual pueda entenderse como global o también como cultural? O será esto una redundancia
teniendo en cuenta la naturaleza misma del protocolo. ¿Debería el negociador mimetizarse con la otra parte para
no ser percibido como una amenaza sino como un aliado? ¿Debería acaso disfrazarse de lo que
no es? O ¿debería ser él mismo?”
Existe una única respuesta: respeto por los
códigos culturales. “En tanto y en cuanto
demostremos abiertamente respeto por otra cultura, otros usos y otras
costumbres, sabido es que se nos respetará de igual manera.” O al menos, se
debería, de no mediar fundamentalismos hipócritas.
Así, no estoy de acuerdo de ninguna manera en
realizar una verdadera claudicación cultural en nombre de 17.000 millones de “petroeuros” en
contratos y negocios.
Es de destacar que el ministro de Cultura, Dario
Franceschini, deslindó responsabilidades per sé y en nombre del premier Matteo
Renzi. Cabe preguntar entonces ¿quién le indicó a la jefa de protocolo que ocultara
las estatuas? Aquí se aplica una frase que aprendí en mis primeros años de
estudio de Protocolo y Ceremonial: “siempre
existe una bandeja de plata para colocar la cabeza del jefe de ceremonial”.
Quienes transitamos esta profesión, conocemos
la importancia que tiene un equipo de avanzada, las negociaciones previas a una
visita oficial de estado, y aquellos aspectos en los cuales, un país anfitrión,
jamás cedería. Precisamente, una de las críticas recibidas por las autoridades
italianas ha sido: "privilegiaron el
interés económico por encima del legado cultural".
En el siglo XVIII el diplomático francés y
secretario de gabinete de Luis XIV,
François de Callières, recomendaba en su libro "Negociando con
príncipes" a embajadores y ministros que negociaban en el extranjero "que debían adaptarse a los usos y
costumbres del país donde se encontraren, sin mostrar repugnancia ni desprecio
por sus habitantes, tal como suelen hacer algunos negociadores que elogian sin
cesar la forma de vivir de sus propios países para así criticar en mayor grado
a los otros."[3]
Diferentes presidentes iraníes han intentado
hacer prevalecer sus costumbres por encima de las de sus anfitriones pero, no
siempre han tenido éxito. Recuerdo que en octubre del año 2002, el entonces
presidente iraní Mohamed Jatami, exigió respeto a los códigos islámicos durante
su visita oficial a España.
En ese entonces, la Cancillería española y la
opinión pública consideraron excesivas demandas tales como no estrechar la mano
de la reina Sofía, ni de la ministra de Asuntos Exteriores (Ana de Palacio), ni
de ninguna mujer sin importar que tuviera un alto rango.
La solución protocolar brindada por España fue
simple y concreta: se canceló la cena de gala que ofrecerían los reyes, así
como el almuerzo con José María Aznar y, con respecto a la etiqueta, las señoras
presentes no cubrieron sus cabezas con un velo.
Fue el mismo presidente iraní que originó
iguales conflictos protocolarios en Francia durante el gobierno
del presidente Jacques Chirac, donde se
limitó a saludar con una inclinación a la esposa del presidente francés y hubo
cancelaciones de banquetes. En aquel momento, un vocero iraní se atrevió a
expresar que "las comidas y
ceremonias deben ser adecuadas a nuestras creencias religiosas".
Aun con este antecedente, a Hasan Rohani esta vez no le fue bien
en Francia. El presidente François Hollande, se negó a modificar el menú de la
comida que se ofrecería en el Palais de l'Élysée cuando se le exigió que se retirara
el vino. No hubo vino pero tampoco agasajo.
Con acierto dice la escritora y periodista
Hinde Pomeraniec[4]:
“Se entiende que si alguien visita un
país, se impone respetar y adecuarse a las normas pero no al revés: alterar los
hábitos en casa propia por imposición de una visita, al extremo de lo sucedido
en Italia, no sólo parece una desmesura sino que se asemeja a una concesión
demasiado parecida a la humillación.”
En conclusión, la línea de acción asumida por
el gobierno italiano, y como en realidad debería haberse procedido, puede ser
resumida apelando a la sabiduría popular y al refranero que tanto se ha dejado
de lado en algunas comarcas hispanoparlantes:
- “Poderoso caballero, don dinero”
- “Adonde fueres, haz lo que vieres”
Edith Pardo
San Martín
Especialista
Universitaria en Protocolo de Estado e Internacional
Universidad
de Oviedo y Escuela Diplomática de Madrid
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Todo comentario, observación o crítica de los lectores, se deberá realizar mencionando su nombre y apellido completos y dirección electrónica.
Bajo ningún concepto se publicarán comentarios anónimos, firmados bajo seudónimo o con iniciales.