jueves, 29 de octubre de 2015

Inquietudes de lectores y oyentes



En alguna ocasión he comentado mis intervenciones en un programa radiofónico y en el consultorio de un periódico. Son dos actividades semanales que realizo con verdadero gusto y sé que llego así a muchas personas. No son temas de Protocolo aunque, como apreciarán a continuación, todos ellos están muy cercanos a nuestra disciplina.

Una vez, una oyente me sorprendió con su pregunta. Sonreí al escucharla. Decía  si había diferencia entre una bandeja y una fuente. Me parece que hemos podido comprobar la existencia de una confusión con esos dos términos. Muchos  piensan que significan lo mismo.  Sin embargo no es así.

Fuente y bandeja. La primera se usa para servir los alimentos. En cambio, en la bandeja se presentan o depositan cosas. Por eso entre entendidos no habrá equívoco y distinguirán también la jícara de la  jácara. Sobre la bandeja se pone una fuente pero la fuente no es para los platos, la cubertería y las copas.
 
Otra oyente quiso saber por qué se emplean las flores de azahar en las bodas. La respuesta viene enseguida si se tiene en cuenta la división entre plantas de hoja perenne y hoja caduca. Los azahares simbolizan la perdurabilidad del amor y tienen un origen noble en el cidro, el limonero y el naranjo.

El  periódico posee  un  consultorio y hasta allí llegó una consulta. Una lectora deseaba conocer si es correcto decir que el presentador de un programa televisivo estaba vestido de gala. A mi parecer no es incorrecto aunque preferiría expresar que el presentador iba  vestido de etiqueta para una gala. Es mi opinión  personal y parecería concordar con todo lo cercano a la vestimenta. “Señores, traje de etiqueta”, rezan algunas invitaciones y confunden a los invitados. También he leído: “Señores: traje de chaqueta”. Me pongo la ropa de acuerdo a la indicación de los anfitriones y consulto en la duda.

Una inquietud simpática la presentó un empresario. Escribió porque estaba un poco desconcertado. Fue invitado a comer y no se había servido vino. Llegó a mi cabeza la hablilla de “conversar sin vino es un gran desatino y a nadie le hace mal el vino si se bebe con tino”. Vivimos tiempos en los cuales no se pueden imponer cosas. Por eso en muchos sitios se colocan las copas para los vinos y  antes de servirlos se pregunta al comensal si va a beberlos. Habrá personas que por motivos religiosos o de salud lo evitarán y se limitarán a agradecer el gesto. Sabido es que en Protocolo las disculpas son breves y no es preciso dar razones.

Al programa de radio llegó la  inquietud de una muchacha  próxima a casarse. Había asistido a una boda y vio una novedosa manera de partir la tarta. Antes de hacerlo, la desposada había tomado un recipiente grande de cristal con pétalos de rosas junto a numerosas cintas de color blanco. Las amigas de la novia quitaron de inmediato las cintas y en todas había un anillo. Un poco desconcertada, la chica deseaba poner un solo anillo y otros objetos pequeños.  Preguntaba si quedaría bien seguir con la costumbre o utilizar la vista.

No siempre es fácil dar una respuesta rápida que colme los deseos de una oyente. Me limité a sugerirle que conversara ese tema con algunas amigas. Con toda seguridad habrán tomado el mejor camino y  una sola tendrá el preciado anillo. Cábala o no, pero dicen que se casará pronto.

La radio y el periódico dan ocasión para despertar inquietudes. No se trata de cosas de viento porque oyentes y lectores no consultan inútilmente. El periodismo escrito y la   radio son dos medios estupendos de comunicación y las personas que preguntan merecen todo respeto. Hay quienes lo hacen sobre decisiones tomadas anteriormente. Pongo siempre la confianza de por medio aunque sé que algunos no creerán   aunque se lo digan frailes descalzos.
  
La televisión da más posibilidades didácticas. En la radio y sin hablar de bóveda, es preciso explicar más. Un oyente, por ejemplo, preguntó cómo disponía tres banderas en el balcón de su piso. Eran la nacional, la de la provincia y la de Perú. Tomé al vuelo la inquietud y dije que él veía tres banderas pero  eran dos. La nacional y la extrajera eran símbolos de Estados soberanos e independientes. En cambio, la provincial debía ponerse junto a la nacional. Eran entonces dos banderas y no tres. El señor de la pregunta no se quedó muy conforme  e insistió. “Pero si coloco la bandera nacional, la provincial y la de la ciudad y junto a ellas la del Perú, ¿cómo es el orden?” Respondí quedamente: “Usted tiene dos banderas y no cuatro”. Un tema opinable pero no discutible. Evidentemente es un tema propio del Protocolo.

Cuando respondo a lectores y oyentes aclaro si se trata de un tema de Protocolo o de saber estar. No es cuestión de necear sino de compartir inquietudes. Lejos de mí está el amañar o extraer de mi garniel respuestas preparadas de antemano. De nada servirían a quienes  amablemente escriben al periódico o llaman a la radio.

Roberto Sebastián Cava

domingo, 11 de octubre de 2015

Los números ordinales



Muchas veces en nuestra vida nos encontramos con situaciones en las cuales empleamos, sin darnos mucha cuenta, los números ordinales.

En matemáticas, un número ordinal es un número que denota la posición de un elemento perteneciente a una sucesión ordenada. El concepto de número ordinal, es también un concepto lingüístico. En este sentido, es aquel numeral que expresa la idea de orden o sucesión. Tiene género ("primero" / "primera") y puede aparecer apocopado ("primer").

Desde el punto de vista protocolar, los números ordinales se utilizan con un nombre propio de la disciplina. En efecto, se puede afirmar que la ordenación de personas, países, instituciones según un antes y un después, son las llamadas precedencias.

Las precedencias no son temas para especialistas sino para todos, y las llevamos a la práctica utilizando las formas del orden alfabético, de la antigüedad, la cortesía, la analogía o una norma.

Por orden alfabético podemos ubicar apellidos, nombres de provincias, de países, de ciudades, de empresas. Es quizás el criterio más simple de aplicar aunque a veces podremos acudir al de la antigüedad. El Protocolo no es una ciencia exacta y los ejemplos pueden ayudarnos. En el momento de nombrar a dos empresas, la fecha de sus fundaciones darán la solución correcta, es decir por la anterioridad en la existencia.

El principio de la antigüedad rara vez será conveniente usarlo para personas de existencia física. Cabe, en el momento de conceder una precedencia no tener en cuenta la edad del empresario sino la fecha de creación de la actividad económica.

El principio de la cortesía es quizá el que podemos usar con mayor amplitud. Así, sin poseer una obligación, concedemos una ubicación a la esposa de un empresario. Son concesiones graciosas de la profesión. Este principio se observa claramente cuando una señora acompaña a su marido a un banquete o a un acto y le corresponde la misma precedencia de su cónyuge.

El principio de la analogía nos habla de realizar un razonamiento basado en la existencia de atributos semejantes en personas o cosas diferentes. Un ejemplo nos ayudará a comprenderlo mejor. Así, cuando a una ceremonia concurren personas que han participado en un campeonato deportivo y fueron premiadas, todas ellas tendrán idéntica precedencia porque pertenecen a una misma institución deportiva.

Las precedencias por una norma, se dan, por ejemplo, en el gobierno nacional, en el departamental, en una institución o en una empresa. Todos los países poseen sus propias normas sobre precedencias y deben ser respetadas.

Después de haber recordado los grandes principios, es el momento de expresar que las precedencias son la plasmación real del puesto que personas, banderas, escudos e himnos ocupan en la escala valorativa de una sociedad.

La anterioridad en el orden está presente en nuestras vidas y la ordenación según un antes y un después, no es una discriminación. Por eso un grande del jazz expresó que en una partitura no hay swing, porque sólo puede darse en la ejecución. Me apropio de esa frase y la aplico al Protocolo cuando trata de actuar siguiendo fielmente los grandes principios enunciados hoy.

Roberto Sebastián Cava