Lucía di Lammermoor
Tuve ocasión de
escuchar y ver la espléndida entrevista a Renata Scotto, en operaworld.es.
Sus palabras me llevaron a volver a estudiar
una de las grandes óperas románticas del siglo XIX. Es Lucía de
Lammemoor, la obra que ha recorrido el mundo desde su estreno en 1835.
Sabemos que The
Bride of Lammermoor, de Sir Walter Scott sirvió a Salvatore Cammarano para
brindar a Gaetano Donizetti el libreto de la ópera Lucía di Lammemoor. Scott era
escocés y su obra toma los elementos característicos del romanticismo, el movimiento
filosófico en el cual los derechos del corazón prevalecen y avanzan sobre los
de la razón. Por eso, Goethe afirmó que
los románticos perdieron la confianza en la razón y establecieron que lo único
verdaderamente valioso eran los sentimientos íntimos del hombre. El amor, la soledad, el mundo interior de los
protagonistas de una obra, los míticos países lejanos, los ensueños, la
tristeza, la melancolía, la desesperación, la valoración del medioevo, la muerte, la luna, entre otros temas, están en las obras de Scott.
El romanticismo de
Walter Scott se une maravillosamente a la concepción musical de Gaetano Donizetti.
El sabe de libertad frente a la cosa hecha y se recrea en la melancolía para otorgar
a sus personajes un hálito perdurable. Los
sentimientos sirven para que el músico los utilice para dar a cada uno algo así
como una interioridad para poder vivir cada momento de su partitura.
La historia de
Lucía di Lammermoor, dio a Donizetti ocasión para componer su ópera sobre un libreto apasionante y profundamente
romántico. Las emociones flotan en la música y conducen a un mítico castillo escocés en el siglo XVI.
Allí los Ashton y los Ravenswood junto a Lucía, Alisa, Raimundo y Normanno vivirán un drama. Lucía es
quizá uno de los personajes más difíciles de cantar porque se debe encarnar a
una mujer joven frente a un amor frustrado.
El romanticismo
vuela alto en manos de Donizetti. El se recrea en cada uno de sus personajes. Muy
descriptivo y como uno más en medio de un castillo, acercará a todos a
los ideales románticos próximos al amor
y a la muerte. Lucía es una de las
óperas más representadas en el mundo y su acción transcurre durante el reinado
de Ana de Gran Bretaña.
La ópera posee un
preludio en el cual las cuerdas permanecen silenciosas hasta que toda la
orquesta estalla. Cuando la protagonista canta ´Regnava nel silenzio,` se abre el drama. Por lo general, cuando se
representa esta obra, el público está pendiente del canto de Lucía. Para ella el
compositor le dedicó pasajes de bravura. Son importantes aunque bueno es recordar que todo su canto es la
manifestación del alma de una muchacha. Todo tiene una respuesta como también
lo poseen las notas que deben salir de Gilda en la ópera verdiana. Hay quienes
opinan que representan lágrimas, alegría o desazón y también la intimidad de un
alma.
Lucía Ashton –Lucy
Ashton, de Scott- debe trasmitir amor, esperanza, éxtasis. Por eso, muchas
veces se separa la escena de la locura del resto de la ópera. Fue cantada por
primera vez por Fanny Persiari y su nombre inicia el tiempo de los cambios que se fueron sucediendo. Recordemos que cuando
Lucía pierde la razón, es la flauta quien la acompañará en su derrotero. Sin
embargo, hasta Nellie Melba -1861-1932-
se permitió hacer una improvisación sin la flauta. En otra ocasión, después de haber encarnado a
Mimí en Chicago, volvió a salir a escena
para cantar la ´scena della la pazzía`. Entre
los recuerdos está el de Giuseppina Strepponi. Ella fue, con el tiempo, la
segunda esposa de Giuseppe Verdi y cantó Lucía en el teatro alla Scala en 1839.
En la “Historia de
la música y de sus intérpretes” es posible conocer los nombres de muchas
sopranos que cantaron Lucía. En nuestros tiempos sobresalen María Callas y Joan
Sutherland. La primera redescubrió a Lucía. Su registro de soprano sfogato le permitió adentrarse en
el personaje magistralmente. En tanto Sutherland brilló con luz propia en el mismo
personaje.
Después de haber
vuelto a estudiar Lucía, no comprendo cómo sopranos muy jóvenes cantaron un personaje
tan complejo de interpretar en los siglos XIX y XX. No se trata de hacer comparaciones sino de
sentar las bases necesarias para que una cantante pueda cantar Lucía. Me han
contado, por ejemplo, que aquí en Buenos Aires, el público se conmovió cuando Lily
Pons se arrojó al suelo para recoger y
besar el anillo matrimonial. Sin embargo, las versiones registradas en otros
tiempos poco aportan, en mi opinión, frente a los adelantos tecnológicos
actuales…
Renata Scotto en la
entrevista citada al principio de esta nota, habla sobre “il cantare bene”. Con
la autoridad de una grande, ella hace comprender cómo se deben interpretar en
la ópera tanto las palabras como la música, cómo se trasmiten las emociones y
cómo se plasma la música y el libreto de una obra.
Roberto Sebastián
Cava