Días atrás regresé a Buenos Aires en el gigantesco
buque “Francisco”. En un momento de la travesía fui a una oficina para cambiar
un dinero. Se me cayó el bastón y, ante
mi sorpresa, la persona que me atendía salió de su cabina para recogerlo. Me lo
entregó sonriente. “Cómo se nota que tú sós uruguayo” le dije. Escuché la mejor respuesta: “Es la
marca”.
Las anécdotas sirven en la didáctica como los
silencios en la música. Quizás las innumerables noticias sobre delitos que nos
llegan a diario, pueden hacernos olvidar
que cada uno de nosotros posee una cultura propia. Lo bueno anida en el corazón
de muchos millares de orientales que cada mañana inician sus jornadas y las
finalizan cansados.
En nosotros está la presencia de emociones o
sentimientos. Es el signo auténtico de nuestro accionar. Hemos aprendido de
niños a ser corteses, a dar gracias, a pedir perdón. La cortesía es muestra de
educación humana pero pone en evidencia una finura espiritual. La urbanidad es
nuestro patrimonio. Los turistas extranjeros la agradecen y las madres y los
padres saben trasmitirla. Por eso, enseñan a los hijos a comportarse en la mesa,
a ir bien vestidos y peinados.
Nací en el tiempo de los antibióticos pero llegué
a escuchar sobre el “cordial”. Era una bebida que se daba a los enfermos,
compuesta por varios ingredientes para fortalecerlos. También decimos ahora que
una persona es cordial. Somos cordiales y la cordialidad está en nuestro
patrimonio.
Un estudio serio demuestra que un grupo grande
de niñas y niños montevideanos, tienen sobrepeso y algunos hipertensión
arterial. Apuntan a las causas: el sedentarismo y las ingestas con sal y
azúcar. Por lo general, años atrás los juegos y ejercicios físicos eran lo
común. Ahora la invasión de los medios digitales atraen más. Han quedado en el
olvido las lecciones sobre el gesto y el ademán en la lectura y en la
recitación y hasta la afición al “cerebro mágico”. Cuántas enseñanzas
aprendidas. Por eso, cuando vi el Guadalquivir me llevé una decepción. Era uno
de los grandes ríos de Europa y se encendía la luz al acertar con el nombre. La
decepción vino por la comparación con nuestro río Uruguay.
Juego de preguntas y respuestas, creado por Sergio Timone
hacia 1942,
la respuesta correcta encendía la lamparita señalando el acierto.
Afirmo que la honradez es una de nuestras
virtudes. La integridad en el obrar viene de muy lejos Hay anécdotas
conmovedoras en los años del Éxodo. No hace mucho tiempo, leí una historia de
los ferrocarriles en Uruguay. Aprendí nombres y trazados ferroviarios pero
reparé en la honradez de un revisor. Un pasajero salteño que iba a Montevideo
había perdido un anillo de mucho valor. Buscó y rebuscó sin hallarlo. Sin
embargo, quien había tenido a su cargo la atención del vagón, lo halló y se lo
entregó a su dueño. Imagino la alegría del estanciero ante el gesto del
ferroviario quien, sin preámbulos, puso en sus manos la joya. No obstante, la
empresa le aplicó después una sanción por no haber seguido el cauce señalado.
La persona honrada tiene siempre integridad en el obrar. No se me olvidan los versos
de una antigua canción escolar: “La frente honrada que en sudor se moja es más
preciosa …”
Es verdad que el fútbol es una de nuestras
pasiones. También es verdad que somos corteses, amables, honrados. Hoy con esta
nota, quise dejar en claro lo bueno. Es nuestra marca.
Roberto Cava De Feo
Para CAMBIO
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