Todo llega. Las
antiguas comunicaciones con la metrópoli y sus territorios ultramarinos fueron superadas
siglos atrás. Ahora, las tendencias y novedades europeas arriban en muy pocos
segundos hasta esta Buenos Aires y también todo lo nuestro viaja por el espacio.
Como todo llega, los aires de versionar las óperas parecerían ser bienvenidos.
El Teatro Colón termina de ofrecer las cinco funciones
programadas para las óperas Cavallería
Rusticana e I pagliacci. Esas obras
fueron representadas a la largo de la historia de nuestro llamado Primer
Coliseo con cantantes famosos que venían en barco y después por vía aérea. Los
mayores todavía recuerdan a sopranos y tenores que hicieron historia. Sus voces
están en la memoria y aunque poco pudieron aportar en el comportamiento
escénico, se limitaron al escenario y a acompañar con sus gestos el canto.
Ahora, como bien
hemos leído en OPERAWORLD, se trata de versionar las óperas más queridas por el
público en aras de llegar a muchas más personas. Sin embargo, ese trabajo no
permite trasmitir cabalmente todo
aquello que los compositores derrocharon con generosidad en sus obras.
Las dos óperas que
he mencionado fueron tomadas por el tenor José Cura, como director de escena, escenógrafo
e iluminador. Con ellas hizo una mezcla de discutible gusto. En el programa de
mano se hizo constar que eran en homenaje a la inmigración italiana del mil
novecientos.
Cura se trasladó
hasta el porteño barrio de la
Boca, bien conocido por el turismo, para las escenas de las
dos óperas. La música de tango, que es música ciudadana y no folklórica, fue
una de sus aliadas. También rescató lo genuino de un tiempo irrepetible de
Argentina con la llegada de varios millones de mujeres y hombres para poblar
sus dilatadas tierras.
La puesta en escena
de Cura agradó a muchos y dejó algo así como un descontento entre los que
conocían bien las dos óperas, ubicadas en el tiempo y en el espacio por los
grandes compositores Mascagni y Leoncavallo.
Los tradicionalistas,
para denominarnos de alguna manera, teníamos sabidas la música y el canto.
Imposible es olvidar la mañana del domingo de Pascua de Mascagni
cuando se engendra una tragedia. Fue el Intermezzo una pieza única con la cual el compositor
salvó su obra y la convirtió en una obra de un acto únicamente. Toda la gran
obra es costumbrista y para quien esto escribe, descendiente de sicilianos,
cada uno de sus personajes es un dechado musical. Cuando la escuchamos, nos
lleva a un día muy especial como es la
Pascua.
José Cura como
director de escena manejó cada uno de los personajes con acierto aunque, a
veces, se apartó del libreto original. Lo más importante es la música y son también
el amor, los celos, el rencor y la venganza que no pueden faltar en las voces y
en su actuar.
En I Pagliacci, Cura procuró unirla a Cavallería. Es un intento forzado
quizás inadvertido por el gran público. Los cantantes deben hacer sus partes
con otros parámetros y un conocimiento muy profundo de los personajes que
encarnan. Es imposible que un artista llegue a captar a Leoncavallo con la
versión que comento. Afortunadamente todos los cantantes trasmitieron el
verismo requerido mientras algunos gestos y movimientos lleven a incursionar en
otros ámbitos.
En estas óperas
dadas en el Colón, los dos elencos estuvieron compuestos por cantantes
argentinos. Fue una respuesta de gran coraje ante la venida de extranjeros que
no llegaron este año a conformarnos. Una muy sabia presidenta del Mozarteum
Argentino ya fallecida, comentó hace años, que a Argentina llegan los artistas
muy jóvenes para hacer curriculum y también los mayores porque viven de su
pasado. Razón llevaba y todavía está en la memoria, la desesperación de un
artista contratado que, al ver la majestuosa sala del Teatro, se echó atrás y
no quiso presentarse.
El elenco de Cavalleria Rusticana, contó con las
voces de Enrique Folger como Turiddu, Guadalupe Barrientos como Santuzza,
Leonardo Estévez como Alfio, Marina Reweski como Lola y Anabella Carnevali como
Mamma Lucía. Esos cantantes dieron vida a Cavallería. Intachables musicalmente,
volvieron a demostrar su valía y actuaron bajo la dirección escénica de Cura.
El ingreso de uno de los protagonistas en moto, el bandoneón que ejecutó el famoso
Intermezzo y unas cuantas escenas lejanas del original no empañaron el
lucimiento de nuestros cantantes.
I Pagliacci tuvo a José Cura
como Canio, Mónica Ferracani como Nedda, Fabían Veloz como Tonio, Sergio Spina
como Beppe y a Gustavo Ahualli como Silvio. El Maestro Roberto Paternostro
condujo las dos óperas.
Los cantantes
tuvieron su lucimiento. Respeto el canto
de José Cura a quien el público europeo ha tenido ocasión de escuchar muchas
veces. En cambio, aquí estuvo en la
temporada 2014 cuando puso en escena y cantó Otello. La soprano Mónica
Ferracani, discípula de Delia Rigal, vivió musicalmente su personaje y lo cantó
magistralmente. Tonio, Beppe y Silvio,
tuvieron en Fabián Veloz, Sergio Spina y Gustavo Ahualli unos intérpretes
cabales, musicalmente espléndidos.
Cura introdujo
algunos cambios, entre ellos en el final de I Pagliacci. No fue Canio quien
repitió las palabras de La commedia è
finita. Estuvo a cargo de Mamma
Lucía. El embarazo ideado para Santuzza contrastó con el niño que va a la
escuela en una representación del Festival de Salzsburgo.
En la historia de
nuestro Colón flota todavía un sucedido. Se daba Cavallería rusticana en una
versión tradicional de la célebre Margarita Wallman. Aida Calamera, una
mezzosoprano argentina de mucho prestigio, encarnaba a Mamma Lucía. La directora
de escena pensó una forma para destacarla más. Así, en el final, cuando se escuchan las palabras de hanno ammazzato compare Turiddu, hizo
entrar su cadáver para colocarlo a los pies de la cantante. Ella, muerta en
llanto, se arrojó sobre el cuerpo inerte.
Quedan en mí
algunos comentarios reservados que no empañan la representación de estas dos
óperas. No son de mi agrado las incursiones en las óperas para versionarlas. La Real Academia
Española de la Lengua
ha adelantado el uso del verbo en su próxima edición. Nos dice que versionar es
hacer una versión nueva de una obra musical. Los tangos sonarán bonito para
muchos turistas pero ocupan un sitio en la cultura argentina que es más amplia.
Por eso, no comprendo la presencia del querido maestro Mascagni en el escenario
del Colón, mientras lo recorre y toma notas de viajero. Tampoco entiendo que la
dirección del Teatro Colón haya permitido suprimir la ejecución del Intermezzo
por la orquesta para reemplazarlo por un bandoneón.
Roberto Sebastián
Cava
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Todo comentario, observación o crítica de los lectores, se deberá realizar mencionando su nombre y apellido completos y dirección electrónica.
Bajo ningún concepto se publicarán comentarios anónimos, firmados bajo seudónimo o con iniciales.